martes, 1 de abril de 2008

Mañana mismo



“Plantado en un banco con su cerveza, una papelera le servía de mesa”. Pasé la página impar de la novela que sostenía y lo descubrí. Era igual que el personaje que describía el autor. Qué extraña coincidencia. “¡Desgraciadas, imbéciles!”, comenzó a gritar el vagabundo al pasar un par de señoras. Aparté la vista para seguir con mi texto y comprobar si realmente aquel hombre se asemejaba al protagonista.

Casi sin darme cuenta, una chica se sentó junto a mí. El banco era grande, lo suficiente para albergar a dos lectores. Su novela se llamaba Edén. Creí que sería una novelita rosa. En la portada había una foto de un precioso paisaje. Al instante creí imaginar a una pareja de jóvenes que, tras ser lo únicos supervivientes a un accidente de avión, se enamoraban.

-No tiene nada que ver. –Me dijo la chica, mirándome a los ojos.

-¿Perdón?

-El título de mi novela… Digo que no es lo que parece. Trata de unos indígenas que descubren la civilización fuera de su selva.

-Pues sí, parecía otra cosa.

-¿Por qué página vas de la tuya?

-Eh… Por la 71.

-Qué pena, todavía no has encontrado a la chica que se parece a mí.

-¿Cómo?

-Será casualidad, pero la chica que describen un poco más adelante es clavadita a mí. Me sé la novela de memoria, es una de mis favoritas…

Realmente era igual. Me indicó la página y descubrí una definición que tenía que estar hecha para ella; una preciosa morena de ojos verdes y mirada interrogativa. No trabajaba, únicamente, durante dos meses, asistiría cada mañana a unos controles de personalidad. Le pagaban por contestar a unas preguntas en relación a unos modelos. Una marca de ropa quería averiguar cuáles eran los gustos de la población a cerca de los colores, los tejitos, etc. Me convenció para que me apuntase, fue allí donde conocí a mi mujer. Después de mes y medio dando las mismas respuestas que Julia, nos dimos cuenta que nos parecíamos demasiado como para no darnos una oportunidad. Después de año y medio nos casamos. Tuvimos dos hijos y todo fue idílico, hasta que Loreto se cruzó en mi camino. Una aventura que me costó mi familia y el trabajo en la fábrica de carnes.

Me divorcié de mi mujer al tiempo y gracias a un amigo conseguí trabajo en una tienda de muebles. Mis hijos son mi vida y aunque mi mujer dejó de hablarme, los veía una vez por semana…

-… Eso es poco más o menos mi vida. He vivido tal y como sentí que tenía que hacerlo. Supongo que ahora, a mis 79 años, sé que me equivoqué muchas veces. –Concluyó después de hora y media sintetizando su pasado.

-¡Desde luego no te has aburrido!

-¿Y tú? Cuéntame…

Ernesto tiene 79 años, Carmina 75. Acaban de conocerse y es su primera noche juntos, están en la cama. Él le ha contado su vida. Y antes de que ella le cuente la suya, hacen el amor por segunda vez.

Estaban en casa de unos amigos, en una habitación para invitados. Esa noche les habían organizado una cita a ciegas en una casa de campo en mitad de la campiña francesa. Sus amigos vivían en Marsella, igual que ellos. Pero Ernesto y Carmina nunca se habían visto. Cada cual vivió como pudo, mejor o peor, solos, entre los recuerdos y un futuro cada vez más preciso: la muerte. Se preguntan cuántas veces se habrían cruzado por la calle sin verse, sin oírse, sin sentirse. Marsella es grande, pero fantasean durante unos segundos imaginando que tal vez estuvieron sentados en el mismo café el uno frente al otro, cada dos o tres meses, sin darse cuenta. Enamorándose de alguien a quien no conoces y ni siquiera sabes que ves. Únicamente, sintiendo esa química de la que está compuesta el amor y cuya razón o causa se desconocen.

La pareja que organizó el encuentro, un matrimonio de acianos de cerca de 80 años, sabía que ambos estaban muy solos. Tras cenar, les dejaron para que hablasen y Ernesto terminó subiendo a la habitación de Carmina después de un par de vinos. No les constó trabajo besarse, cuando las canas pueblan la cabellera por completo, los complejos quedan descoloridos.

-… Soy de buena familia, como ya te dije. Me casé cuando tenía que hacerlo. Me habían arreglado un matrimonio con un chico que era abogado. Tenía 24 años cuando nos casamos.

-¿Con qué edad tuviste a tus tres hijas?

-Con 26 años a la primera, la segunda con 28 y la tercera con 29. También son lo mejor que he hecho en mi vida. Ya están casadas y tienen sus familias, no nos vemos mucho. De vez en cuando vienen a visitarme, cada vez con menos frecuencia.

Su marido le fue infiel decenas de veces, mientras ella fingía no enterarse. Vivió su vida a través de sus hijas y cuando se fueron de casa, ya no tuvo nada más en lo que entretenerse. Su marido siempre estaba ocupado con importantes casos, hasta que un día, sin avisar, un cáncer de pulmón se lo llevó con 58 años. Desde entonces, no había conocido a nadie. Había existido esperando la visita de sus hijas y haciendo pequeños viajes de fin de semana a París.

Después de hacer el amor por segunda vez, Carmina habla durante dos horas sobre su pasado. Ernesto la escucha extasiado, sin decir nada. Asintiendo con la mirada, sabio, sin juzgar, sin esperar la fealdad, viendo la belleza en la intensidad que conlleva una existencia. Ella habla sin tapujos. No se calla, casi nada, hay secretos bien guardados detrás de 75 años. Pero tampoco quiere contarle esas cosas. ¿De qué le servirían? Cuenta lo importante, lo que cree que debería saber sobre ella: es tímida, una señora de su casa, le gusta cocinar, viajar, leer. Que a veces es un poco mandona. La mala memoria que tiene…

Son las ocho de la mañana. El Sol deslumbra por un hueco que dejan las cortinas. Ambos tienen una sonrisa cansada. Sus cuerpos ya no están acostumbrados a tales esfuerzos de trasnoches.

-… Creo que ya sé todo sobre ti. Bueno, es imposible decir eso. Quiero decir que ahora sé lo más básico, lo suficiente. Y tú también de mí. Mira, tenemos cerca de 80 años los dos. Nos gustamos, hasta con nuestras carnes medio muertas. ¿Cuántos años de vida nos quedan? ¿Cinco, diez? ¡Casémonos! ¡Vente a vivir conmigo! ¡Pero mañana mismo! Ya no me queda ni un segundo de vida que desperdiciar.

-Por supuesto, no malgastemos más tiempo. ¡Mañana mismo!


PUBLICADO EN: www.destiempos.com

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