jueves, 4 de diciembre de 2008

A punta de pistola

Tras otro golpe de mano consiguió izar al enorme escualo, sus atemorizados rostros desencajaban el miedo, el tiburón seguía moviéndose sin dar tregua hasta que lo posaron sobre la cubierta y de un golpe certero lo mataron al instante.


-La pesca deportiva me apasiona. Nada como pescar tiburones y peces espada para abrir el apetito.

-¿Y la entrega?

-No te preocupes, estamos haciendo lo necesario para pasar desapercibidos, si queremos parecer pescadores hay que ser pescadores.


La luna llena daba luz, no tanta para los 63 tripulantes árabes que transportaba la patera, cuando los soldados destacados en el campamento cercano al Campo de Gibraltar encontraron a siete de ellos muertos en la orilla supusieron que los habían lanzado desde la barca a bastante distancia de la costa sin saber nadar y de noche. Dos de ellos tenían varios disparos, se imaginaron que los que no sabían nadar se resistieron a saltar y tras efectuar varios disparos la patera quedó vacía y el mar se llenó de 61 nadadores inexpertos y dos cadáveres que además atrajeron a distintas bestias. A lo largo de la tarde los fueron encontrando vagando por distintas playas, otros tantos seguían apareciendo ahogados en la orilla.


-Listo, ya han llegado los motores a Marruecos.

-Estupendo, diles que ya pueden volverse tranquilos, nos veremos en Cádiz capital, donde siempre.


El motor arrancó sin problemas. Barato era la palabra que utilizaban para comprar lo que fuese a aquellos estraperlistas españoles. Esta vez habían sido unos motores fuera borda de segunda mano que daban algún que otro problema. El mismo día de la entrega acoplaron uno a una patera y se fueron con 63 inmigrantes hacia España. Cerca de la costa, tras flanquear distintas patrulleras, el motor empezó a dar fallos. Ante el miedo de acercarse demasiado y no poder volver sacaron sus armas… Aquella vez, a diferencia de otras, en vez de estar a un kilómetro de la costa, estaban a dos…

martes, 2 de diciembre de 2008

La contraportada del amor

Pasó por delante, una dos y hasta tres veces, y a pesar de que a la tercera va la vencida, no se paró hasta la quinta. Al salir del trabajo encaraba la boca del metro a las 15.15 horas de la tarde, momento en el que se cruzaba con ella. Aquel día, después de tres meses, decidió inventarse una excusa para hablar con ella.

-Menudo desastre.

Ella sujetaba, como siempre, un periódico gratuito en el que la contraportada era una foto de las inundaciones de Venecia por la marea. Lo miró y al ver cómo le indicaba con su gesto la foto de atrás del periódico se fijó para responderle que era una pena. En el vagón de metro nadie pareció inmutarse, Madrid es una ciudad tan grande y atestada de gente dispar que nadie conoce a nadie y mucho menos procura fijarse en cómo actúa el resto aunque en realidad esté mirando.

-Una pena, tenía ganas de ir. –Lo cual era mentira, pero seguía en su empeño de conocer a la enigmática morena que le hacía suspirar cada medio día de regreso a su casa.

-Ya ve, así está la cosa con el cambio climático.

Cristóbal pensó que la cosa iba viento en popa porque ella le seguía la conversación, pero decidió dejarlo ahí para no estropear ese primer acercamiento.


15.15 horas del día siguiente…

-Hola…-Un silencio por respuesta.


15.15 horas, una semana después, cuando vio que lo había visto…

-¿Qué tal sigue Venecia? -Respuesta: una mirada y el silencio.


15.17 horas, vagón del metro, dos semanas después, sentado frente a ella.

-¿Se acuerda de mí?

-Perdone, pero no me apetece hablar con usted, ese rollo ya está muy visto. ¿No ve que no quiero nada?


15.20 horas, una parada después de haberse montado en el vagón.

-Perdone…

Por fin se dirige a él, ya han pasado tres incómodas semanas en las que Cristóbal se montaba en otro vagón.

-¿Sí? –Con miedo a ser regañado de nuevo por acosador.

-La otra semana fui muy brusca. La verdad es que le veo entrar siempre a la misma hora en el metro y sé que también trabaja cerca de aquí, no quería ser tan brusca el otro día pero ya estoy harta de gente que se me acerca para ligar conmigo. No se imagina lo pesados que pueden ser los hombres… Seguro que usted no es así.

-La verdad es que no, quería ligar con usted, hace mucho que la veo por aquí, disculpe.

-Pues encantada de todos modos, es una lástima no poder hablar con un hombre sin que busque nada…

-Le diría que en mi puede encontrar un amigo de trayecto, pero no es cierto porque me atraía, lo digo en pasado porque dos estaciones más allá, donde cojo mi cambio, ya he conocido a una chica con la que ahora salgo y no fue tan borde como usted cuando me dirigí a ella. Y volviendo a ser sincero, su conversación no es lo que busco, mejor hagamos como si fuésemos otros tantos pasajeros del vagón que no se conocen si no se desean.