martes, 2 de diciembre de 2008

La contraportada del amor

Pasó por delante, una dos y hasta tres veces, y a pesar de que a la tercera va la vencida, no se paró hasta la quinta. Al salir del trabajo encaraba la boca del metro a las 15.15 horas de la tarde, momento en el que se cruzaba con ella. Aquel día, después de tres meses, decidió inventarse una excusa para hablar con ella.

-Menudo desastre.

Ella sujetaba, como siempre, un periódico gratuito en el que la contraportada era una foto de las inundaciones de Venecia por la marea. Lo miró y al ver cómo le indicaba con su gesto la foto de atrás del periódico se fijó para responderle que era una pena. En el vagón de metro nadie pareció inmutarse, Madrid es una ciudad tan grande y atestada de gente dispar que nadie conoce a nadie y mucho menos procura fijarse en cómo actúa el resto aunque en realidad esté mirando.

-Una pena, tenía ganas de ir. –Lo cual era mentira, pero seguía en su empeño de conocer a la enigmática morena que le hacía suspirar cada medio día de regreso a su casa.

-Ya ve, así está la cosa con el cambio climático.

Cristóbal pensó que la cosa iba viento en popa porque ella le seguía la conversación, pero decidió dejarlo ahí para no estropear ese primer acercamiento.


15.15 horas del día siguiente…

-Hola…-Un silencio por respuesta.


15.15 horas, una semana después, cuando vio que lo había visto…

-¿Qué tal sigue Venecia? -Respuesta: una mirada y el silencio.


15.17 horas, vagón del metro, dos semanas después, sentado frente a ella.

-¿Se acuerda de mí?

-Perdone, pero no me apetece hablar con usted, ese rollo ya está muy visto. ¿No ve que no quiero nada?


15.20 horas, una parada después de haberse montado en el vagón.

-Perdone…

Por fin se dirige a él, ya han pasado tres incómodas semanas en las que Cristóbal se montaba en otro vagón.

-¿Sí? –Con miedo a ser regañado de nuevo por acosador.

-La otra semana fui muy brusca. La verdad es que le veo entrar siempre a la misma hora en el metro y sé que también trabaja cerca de aquí, no quería ser tan brusca el otro día pero ya estoy harta de gente que se me acerca para ligar conmigo. No se imagina lo pesados que pueden ser los hombres… Seguro que usted no es así.

-La verdad es que no, quería ligar con usted, hace mucho que la veo por aquí, disculpe.

-Pues encantada de todos modos, es una lástima no poder hablar con un hombre sin que busque nada…

-Le diría que en mi puede encontrar un amigo de trayecto, pero no es cierto porque me atraía, lo digo en pasado porque dos estaciones más allá, donde cojo mi cambio, ya he conocido a una chica con la que ahora salgo y no fue tan borde como usted cuando me dirigí a ella. Y volviendo a ser sincero, su conversación no es lo que busco, mejor hagamos como si fuésemos otros tantos pasajeros del vagón que no se conocen si no se desean.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se le escapó el tren a la muchacha. Hay muchas veces que ocurre….