jueves, 3 de abril de 2008

EL DESHIELO

Los helados son más que hielo con sabor a algo. Son el augurio de tiempos mejores, un momento para no pensar en nada. Hay que tener tiempo, pero la gente viene a la heladería por diversos motivos: unos van porque simplemente tienen un buen poder adquisitivo y no pocos motivos para disfrutar del dinero. Otros creen que por un módico precio disfrutarán de la vida como las grandes estrellas del cine en el Caribe. Muchos sólo son glotones o los que de forma esporádica se endulzan la vida, que son los que más gustan. Ya hace tres años que trabajo aquí y conozco a todo el barrio. Pero ellos nunca se paran a preguntarme por mi hermana o mi madre, ni siquiera pensarán que una heladera tiene sueños o preocupaciones.

El caramelo tiene un olor especial, durante los tres meses que cierra el negocio lo recuerdo una y otra vez. El jefe nos deja comer todo lo que queramos, es una excusa para que después de 12 kilos de más, muchos granos, la lengua hinchada y ya sin capacidad para discernir sabores, los aborrezcamos. Aún así, no puedo privarme de mi cucharada diaria de caramelo. Después de cuatro regímenes aprendes a dosificar este tipo de licencias. Sólo lo pruebo, es como el amor, aquel que desconozco, que parece guardado en el tarro de un congelador muy frío y sólo al alcance de los consumidores de la sinrazón. No quise enamorarme de nadie después de Paco, ahora sólo me acuesto con alguien cuando ya no puedo más, como mi cucharada diaria de caramelo. Tengo a mí disposición cientos de sabores, pero yo soy la que escoge. No quiero ponerme gorda, ni tampoco volver a sufrir.

Hace dos días que pienso en dejar esta vida. Los sinsabores son muchos y las penas más. Hoy cierro pronto y me daré una vuelta. Tal vez pasee hasta la playa y vea la bahía toda iluminada, quizás también encuentre a algún solitario intentando evadirse de un estado que como a mí no hace más que corroerle por dentro. No sé que me pasa, tal vez necesite enamorarme otra vez, irme a otra ciudad y empezar de cero o simplemente ser yo. Son tan frecuentes los amaneceres vacíos. Ya es la hora de cerrar.

-Hasta mañana Eulogio

-Ya sabes que no estaré por la mañana y tendrás que hacerte cargo de todo. Abre sobre las cuatro.

-De acuerdo, ¿dónde está la llave?

-Aquí tienes. Ya es fin de mes, mañana te pago.

-Hasta luego.

-Adiós, María.

Lo que más me gusta de pasear es que creo que no pensaré, mi mente anda igual de rápido que yo. Es absurdo, no tiene sentido. La vida era más sencilla cuando era una niña. Mi madre daba largos paseos con mi tía y disfrutaba mucho, incluso se iba sola y le hacía mucho bien, siempre venía contenta. Yo, en cambio, doy largas camitas y no hago más que darle vueltas a mis problemas. Odio que Eulogio me trate como a un maniquí. La relación siempre ha sido así, él me da órdenes y yo las cumplo. Si la heladería fuese mía sacaría mucho más dinero, seguro que tendría el doble de beneficios. Son tantos años aquí, se lo diría y al final lo único que pasaría es que me pagaría lo mismo y trabajaría el doble. Desde hace tres años ni siquiera tengo un contrato. Me ha subido el sueldo dos veces, bueno, si a 30 euros más al mes se le puede llamar aumento. Cree que es un empresario de pura raza, que ridículo se ve en su deportivo de segunda mano. Como si no supiese que además tiene el motor de otro coche peor y lo único que tiene bueno es la chapa, allá cada cual.

Creo que volveré directamente a casa. Ahí está ese viejo que va a pescar por las noches. Me mira de una forma muy rara y el último día me pareció que incluso tuvo la intención de entablar una conversación conmigo. Los galanes de las películas no pasean solitarios un jueves por la noche. Están en casa, agotados por sus excelentes trabajos bebiéndose una copa de un buen vino francés. Además, quien se podría sentir atraído por una simple heladera.

A la mañana siguiente María se despertó y miró hacia el techo con la pupilas muy dilatas esperando haber soñado durante todo este tiempo. La vieja lámpara de araña la sacó del trance y pensó: “Todo sigue igual, otro día de esta vida”.

-Buenos días.

-Buenos días.

La verdad es que nunca me he parado a preguntarle al portero dónde vive o si está casado o tiene hijos. Seguro que pensaría que soy una cotilla, además llego tarde al trabajo.

Hoy cobro, por lo menos eso me alegrará el día. Ahí está ese viejo que sólo viene aquí a tomar café, me parece que no se ha dado cuenta de que esto es una heladería y no una cafetería. Espero que Eulogio llegue pronto, mi hermana está insoportable con lo del divorcio, por lo menos desde que está en mi piso me ayuda a pagar el alquiler. Tengo 30 años y estoy harta de todo. Una carrera de Económicas para terminar poniendo buena cara detrás de un mostrados, si por lo menos fuese en un banco manejando dinero y sintiéndome importante.

Tal vez terminé la carrera un poco tarde, no creo que 26 años sea tanto. Me extendí un poco, era más joven y más bonita. ¡Los chicos me hacían tanto caso! Fue salir con Paco y que todo me saliese mal. Aquella absurda idea de irnos a vivir solos y que nos ficharía una gran empresa. A él todavía le quedaban dos asignaturas para terminar la licenciatura. “Somos dos promesas, dos grandes economistas en potencia”, me decía. Ahora sé que no éramos más que dos de las miles de personas que no tenían más que sueños y mucho que luchar.

Paco era insoportable. Terminó las dos asignaturas un año y medio después. Trabajamos como dependientes durante dos años y echamos cientos de currículos. Bueno, lo cierto es que estuve tres meses en una empresa de cemento y no me fue mal. Me echaron porque el jefe me tenía manía, lo que tampoco iba a dejar es que me explotasen por cuatro duros. Ahora sé que debería haberme callado más de una vez y que la mayoría de la gente trabaja durante muchas horas por muy poco dinero más. La decisión de dejar la tienda de ropa fue un acierto, aquí me pagan más y no dependo de que una niña más joven y guapa me quitase el trabajo. Y que tonto fue Paco, un amigo suyo montó una empresa y también dejó la tienda de ropa para embarcarse con él. Le dijo que iban a hacerse ricos y lo único que hizo fue firmar papeles que lo colocaron como socio capitalista y deudor. Eso fue cuando la empresa de componentes electrónicos se fue a pique.

Paco era bajito y su tez oscura. Muy simpático, eso sí, y hay quien dice que se parecía a Frank Sinatra. Aunque lo que me gustó de él fue que parecía sincero. Sólo era un cuentista que luego resultó que se acostaba con la primera niña en minifalda que se le ponía a tiro. Encima tenía la desfachatez de decirme que como yo había estado con muchos chicos no se fiaba de mí. Con lo enamorada que estaba, no miraba ni a los modelos de los carteles.

Cuando nos fuimos a vivir juntos mis padres se llevaron un disgusto. Me dijeron que no saldría bien y fue así, una experiencia que cada cual sólo puede descubrir por sí mismo. Siempre llegaba diciendo que se había gastado el dinero en un regalo que al final seguro que compraba en una tiende de todo a un euro. Menos mal que mi buen amigo Marcos me llamó un día y me dijo que teníamos que hablar. Lo primero que me contó es que Paco me ponía los cuernos desde hacía bastante tiempo. Que su última conquista era una de las chicas de la tienda, se los había encontrado en un cine besándose. Luego me contó que era famoso por sus derroches en algún que otro bingo de mala muerte. Por último me confesó que me quería. Ese fue el motivo por el que me lo contó, pero lo conocía desde el primer año de carrera y nunca me atrajo, la verdad es que no era muy guapo. Aunque trabajaba en un banco y tenía mucho futuro.

-¿Me pones un cucurucho mediano de limón?

Que bien, ya son las 11 de la noche. Éste siempre pide lo mismo, los hay de ideas fijas.

-A mí ponme una tarrina pequeña de turrón.

-¿Te pongo nueces encima?

-Sí.

-Son tres euros.

-Gracias.

-Gracias, ¡hasta luego!

Nunca me gustó decir adiós. Prefiero los hasta luego. Quizás tenga que ver con la historia que me contó un niño de mi pueblo cuando éramos pequeños. Me dijo que un día salió de su casa a jugar con sus amigos, cuando volvió habían llevado a su madre al hospital porque le había dado un infarto. El chico recordaba perfectamente que al salir de su casa le dijo a su madre adiós. Como si nunca fuera a volver a verla o se despidiese para un periodo de tiempo muy largo, como así fue porque murió en el hospital. Desde entonces, siempre le decía a la gente hasta luego. Creía que así nunca más provocaría una despedida. Tal vez me impactó la historia, pero el chico tenía algo de razón en lo de que no hay que despedirse para siempre.

Una de las últimas imágenes que tengo de Paco es la plaza cercana al piso en el que vivíamos. Estábamos terminando de matar los últimos resquicios de pasión que una vez nos unió. Le dije adiós, a propósito. Si alguna vez quise no volver a ver a alguien era a él. De hecho, intentó localizarme, pero me fui al barrio en el que vivo ahora. Lejos de donde me pudiese encontrar, aunque a veces todavía me sorprendo mirando a alguien que se le parece, no para saludarlo sino para esconderme o ver la pinta que tiene ahora.

A ver si mi jefe de paga de una vez y me voy. Hoy me siento rara. Me parece que tengo que buscar algo mejor, tal vez le diga que no cuente conmigo mañana, que dimito. Me hace falta valor. Tengo algo de dinero ahorrado y una vida que se me escapa entre cucuruchos y tarrinas. Creo que no me gusta trabajar en un sitio al que todos vienen a disfrutar. Un día que no había nadie pensé en sentarme en la terraza y comerme una tarrina de las grandes, hasta con sus serpentinas y todo.

Eulogio está de buen humor, mira que llamarse así. Ahora volveré a casa, a mi vida cotidiana junto a mi hermana. Mis padres están demasiado ocupados para hacerse cargo de una mujer de 35 años y Sonia tampoco lo soportaría. Desde que se jubilaron están muy preocupados en visitar lugares exóticos, tampoco se lo reprocho, llevan toda su vida trabajando. ¿Qué haría si me fuese de aquí? Da igual, haría algo, que es más que esto. Tal vez podría buscarme un trabajo de lo mío.

-Aquí tienes tu paga.

-Eulogio, creo que dejo la heladería.

-¿Cómo que creo? ¿Qué significa eso? ¿Te pasa algo?

-Nada, estoy muy contenta aquí. Lo que pasa es que me quiero buscar algo de lo mío. Estudié en la Universidad y me gustaría volver a intentar trabajar de economista.

-No sabía que habías estudiado. ¡Ya ves, yo sin estudiar y mira!

-El caso es que me voy.

-Piénsatelo mujer, ¡qué la cosa está muy mal!

-No cabe discusión, lo dejo.

-Ya verás como vuelves dentro de una semana y a ver si tu puesto sigue libre.

-Me da igual. Adiós.

Le he dicho adiós. He dejado el trabajo y aunque él no sepa lo que significa adiós, se lo dije porque no quiero volver a verlo en mi vida. Es extraño, creo que lo odio tanto como a Paco.

Hoy empieza mi nueva vida. Ya verás la cara que pone Sonia cuando le diga que ayer dejé el trabajo, que está hablando con una mujer nueva. Ahora estoy preparada para la vida real, voy a hacerme un nuevo currículo y me tiraré a la calle a rellenar solicitudes.

-Sonia, he dejado el trabajo porque quiero ser economista.

Todavía no suena muy convincente, tengo que practicar más.

María se miró al espejo. Tenía tan sólo 30 años, su pelo era oscuro y muy brillante. Su mirada regurgitaba desesperanza y rabia, quería ser dueña de un destino mejor. Se pintó los labios con un carmín muy suave, no quería parecer una cualquiera. Salió a la calle y la ingravidez de una pluma que flotaba en el aire la sedujo, de repente un golpe de viento la estrelló contra el cielo. Era precisamente como se sentía. Era hora de que la vida la proyectase hacia el infinito, eso debía ser una señal.

-Hola, me llamo María. ¿Podría hablar con alguien de personal o saber dónde se rellenan las solicitudes de trabajo?

-Habla con el chico del la mesa de la esquina.

La mañana ha sido fructífera, cerca de diez solicitudes, a ver si llaman. Ahora a casita a comer, ya seguiré por la tarde.

-Sonia, he dejado la heladería y estoy buscando trabajo de lo mío.

-¿Qué? Si estabas muy bien allí. Además, ¿no decías que no querías que te explotasen y soportar a jefazos?

-Ahora es diferente. Me siento más madura y tengo más ganas. Es que ya no aguataba más. Como tú estás con lo del divorcio no quería preocuparte.

-¡Pues no sabes lo difícil que está la cosa!

Al final no se lo tomó tan mal. Después de explicarme que nunca hay que dejar un trabajo sin tener otro y que con la experiencia que tenía no encontraría nada, pasó a la fase de aceptación y darme consejos para las entrevistas. En el fondo la pobre está demasiado preocupada en arreglar su vida, pero como sabe que nada se detiene y ella está intentando rehacer la suya, habrá influido en su actitud.

Dos días buscando trabajo y ni una llamada. Creo que empezaré a mirar empresas de lo que sea, a cabo de empezar y tampoco estoy en condiciones de exigir demasiado. Lo positivo es que el chico de la última empresa estuvo ligando conmigo. Si no me llaman para ofrecerme algo, seguro que lo hace él, mi vida tiene que cambiar en todos los sentidos, además, no tenía pinta de ser peligroso. Quién sabe, tal vez podría empezar incluso una relación. ¡La cosa empieza a ponerse bien!

Dios mío, Paco. La última persona del mundo a la que…

-¿Qué tal?

-Pues nada, buscando trabajo.

-¿Cómo te va? No te veía desde aquel día en el parque.

-Ya hace mucho de eso. ¿Dónde puedo echar una solicitud de empleo?

-¿Buscas trabajo? Veré si puedo hacer algo.

Sólo hace 20 días que dejé la heladería y todavía podría volver y suplicarle a Eulogio mi antiguo puesto. Al final creo que decir adiós es lo mismo que decir hasta luego, la vida es la que decide cuando volverás a encontrarte a alguien. Pero no quiero pensar así, sino todo estaría predestinado. ¿Y si mi destino es ser toda mi vida una heladera? Es una profesión muy digna, pero podría aspirar a algo más. ¡No! Me niego a decir adiós, será mi resquicio de esperanza. Todo es posible, yo soy quien creo mi destino.

Una llamada, espero que no sea Paco. El trabajo no abunda, lo mismo ha podido hacer algo por mí. Tal vez se haya reformado, a lo mejor fui muy dura con él cuando lo dejamos.

-¿Diga?

-¿Está Juan?

-Me parece que se ha equivocado. ¿A qué número llamaba?

Mañana vuelvo a la helaría. El dinero que tenía ahorrado no me durará mucho. Que triste, no he sido capaz de quebrar el yugo del destino. ¿Tan cruel es la vida? Que jugarreta más injusta.

-Hola Eulogio.

-¡Dichosos los ojos! ¿Qué tal le fue a la licenciada?

-Aquí estoy, vengo buscando mi antiguo trabajo.

-Lo siento, pero tengo empleada a una chica nueva y estoy muy contento con ella. Además, no creo que ella se vaya de un día para otro sin avisar. De todos modos, si lo que buscas es trabajo en le bar de enfrente buscan camareras.

El trabajo es en el mismo barrio, pero por lo menos es más entretenido y no son sólo helados. Después de mes y medio todavía no me he aburrido demasiado. Pagan mejor y como conozco a la mayoría de los clientes me dejan propina. El olor del café también es muy profundo, me encanta. Esto es más fácil de lo que creía. Mi jefe es muy bueno, me dijo que si me quedo aquí durante algún tiempo lo mismo me hace un contrato.

Tengo que ver lo positivo de la situación. Puedo invitar a un café a Lolo cuando quiera. Desde la primera vez que me llamó fue sincero conmigo, me explicó que lo de encontrar trabajo en su empresa era difícil, tenía que ir recomendada. Al principio pensé que ya me podía haber llamado para decirme que, además de querer quedar para tomarnos algo, me había conseguido una entrevista con el director de la empresa. Da igual, por lo menos estamos juntos. Después de todo no me equivoqué con él, es un buen chaval. Lleva trabajando mucho tiempo allí, no le importa que sea camarera y me ha dicho que no me desespere, que en el momento en el que pueda me echa un cable para meterme en su empresa.

Las tostadas con mermelada son mis preferidas. Puedo comer gratis, si no fuese por Lolo y que quisiese mantener mi figura podría ser peligroso trabajar aquí. Nunca me había fijado en la porquería que come la gente. Les da igual comerse un pollo a las 12 de la noche o una hamburguesa con toda clase de condimentos. Fritos de toda clase, filetes con grasa bien disimulada cuando son empanados, un sinfín de camperos y perritos. Por no hablar de la ensaladilla rusa, si supiesen que volvemos a poner las sobras en el mostrador. ¡Qué asco! Aunque es cierto que la higiene no está del todo mal. Por lo menos tenemos trampas para las cucarachas y yo, por lo menos, siempre me lavo las manos antes de empezar a trabajar. Incluso el pollo, que es una de las cosas que más se pide, no suele estar más de dos semanas en la nevera porque hay mucha demanda, según mi jefe.

El bar es bastante bonito. Las repisas son de madera y tiene grandes cristaleras que filtran la luz de la mañana entre algunas mesas. El dueño tiene una extraña afición por las esculturas que le da la bar un toque modernista estrambótico que no deja de ser curioso. Después de tres años trabajando en la heladería, ni me había fijado en la gente que iba al bar de enfrente ni en el estilo que tenían sus puertas como de película del oeste. Eulogio se ha extrañado de verme sentada como clienta en la heladería, pero en el fondo no es un mal tipo, después de todo, él me dijo que buscaban a gente en el bar. El turrón derretido me está embadurnando los dedos. Creo que yo también estoy disfrutando de un poco de tiempo para mí, al igual que pensaba que lo hacía la gente a la que yo atendía cuando trabajaba aquí. El turrón parece ahora más dulce y sabroso, está muy bueno… En realidad, sabría distinguir hasta las cantidades que han utilizado para hacerlo.

La esperanza es lisonjera y se difumina con la edad. La vida presenta su realidad tras cada esquina, hay que querer verla o saber cual es la verdad que estamos viendo, porque al final vemos lo queremos. Nunca hay que perder la perspectiva y ser consciente de lo queremos. Lolo no es una verdad a medias, es una realidad buscada y que me hace estar viva. Se presenta como una relación fruto de la casualidad, ojalá todas fuesen así. Tal vez todas lo sean. El otro día me dijo que ya estaba arto de encontrar a chicas que sólo buscaban vivir una vida que no era la suya. Intentaban plagiar el papel de aurora boreal cuando sólo eran una nube pequeña sin agua, un sentimiento convexo de la necesidad de amor y no sentirse solas. Yo, en cambio, le inspiraba una vida llena de pecados y aciertos, cosa que me extrañó. Mis pecados habían sido no darme cuenta de que siempre había sido demasiado orgullosa para amoldarme a una sociedad ávida de robots, por aquello de cuando estuve tres meses en la empresa de cemento. Por otro lado, me dijo que mis aciertos eran mis contradicciones: la necesidad de vivir sin más problemas que poner buena cara tras una barra y no ser lo que no era. Simplemente una mujer que vivía enamorada de la sencillez de la que carecía el mundo. Lo que más feliz le hacía era verme sonreír mientras parecía que por un momento dejaba mi exilio interior para depositar todas mis esperanzas en lo posible.

Lolo llegó a la cafetería y posó su mirada sobre su camarera mientras ésta depositaba un par de café en una mesa con la gracia de una bailarina de valet.

Nunca se lo dije a María, pero desde que la conocí supe que ella necesitaba algo más de la vida. Tal vez cariño o que escuchasen la explosión desordenada de unos sentimientos anillados a las manos de algún amor del pasado. Conocí a su antiguo novio un día en un bar. Iba del brazo de una rubia despampanante que pensaba que había ligado con un millonario, o eso me dijo que le había hecho creer. Todavía no me explico como se lo creyó. Unas semanas más tarde, en el mismo bar, un poco ebrio y cansado, me contó que vivía con una chica llamada María. Me explicó que la quería, aunque su naturaleza le llevaba a esos líos, no podía evitarlo. Aún así, nunca pudo decirle nada a su María. Nos encontramos muchas veces allí. Yo sólo tenía una amiga que no me gustaba mucho. El caso es que cada vez me fue interesando más la chica de aquel mentiroso compulsivo, las cosas que me contaba de ella eran preciosas: cariñosa, dulce, sincera, con buen corazón, además de guapa. Un día los vi paseando cerca de allí. Pero creo que al poco tiempo terminaron, porque no los volví a ver. Hasta que un día, sin más, ella se acercó a mí buscando información sobre un puesto de trabajo. No me lo creía. La verdad es que la empresa la llevaban familiares, prácticamente, y era muy difícil que la llamasen. ¿Todas esa coincidencias del destino y dejarla escapar? Al poco tiempo la llamé y hasta hoy. Nadie lo entiende, pero es posible enamorarse de alguien que no conoces en persona.

Está tan guapa con la felpa esa en la cabeza, creo que me ha visto. Y pensar que una chica así estuviese sola. Si hubiese sabido que trabajaba en la heladería… Al final podría ser al amor de mi vida. Después de tantas relaciones y su imagen era la única que anidaba en mi cabeza después de cada pelea o cuando buscaba el amor en otras.

-Hola Lolo. ¡Qué pronto has llegado hoy! Dame un beso, guapo.

-Es que había poco trabajo y terminé pronto. Me parece que la prima del jefe deja el trabajo, dice que quiere tener familia numerosa y que su marido la mantendrá, eso está por ver.

-Pues anímala. ¡Eso, a tener hijos!

Que bueno es. La verdad es que nunca pensé que llegaríamos a algo más. Tiene buen corazón y le sobran admiradoras. Un poco solitario tal vez, creo que a veces se hace el tonto y que sólo con mirarme a los ojos es capaz de leerme la mente. Si supiese lo mal que lo he pasado. Eso ya es agua pasada. Estoy enamorada, seguro. Mira que ligar con el chico del reparto de los helados. Soy imbécil, para una vez que encuentro alguien así. Mañana le digo al tío ese que se deje de historias, que tengo novio y que no me interesan líos, que lo piropos se los diga a su mujer y a su hija, menudo sinvergüenza.

Lolo ni siquiera estudió una carrera. Hizo un modulo de administración y ya lleva currando media vida en su empresa. Es un chico muy trabajador. Guapo, muy guapo. Tal vez un poco introvertido, sus ojos tristones le delatan. Busca el amor más allá de los cuerpos, aunque siempre dice que una chica a de entrarle por la vista lo primero. Eso me gusta, me hace sentir preciosa, además de interesante. Hoy por hoy, todavía no sé que viene antes, si el cerebro o el físico. Cada vez me lo pregunto más. El físico es fundamental, es cierto, sólo el tiempo dicta si también las personalidades son compatibles. Lo peor de ser cada vez más sabia con la edad es que me he dado cuenta de que al final también influyen mucho en las relaciones otros parámetros tales como el trabajo, la familia, lo feliz que uno pretende ser y hasta los sueños, cumplidos o no.

Su familia no está muy contenta conmigo. Ellos querían que saliese con alguien de su empresa, no con una simple camarera, alguien que estuviese a su altura. Proviene de una familia humilde y muy trabajadora, como él. Todo lo que tiene lo ha conseguido a base de esfuerzo y tragarse muchas veces su orgullo. Lo sé porque hay veces que vuelve del trabajo sin decir ni como le ha ido el día, prefiere no hablar del tema y yo tampoco lo fuerzo. Al final, después de dos o tres horas y sin venir a cuento, empieza a farfullar y termina por esgrimir argumentos de esto o lo otro, que todo se podría hacer mejor, que no valoran sus opiniones. Pero es de piedra, sabe que tal vez trabaje toda su vida allí. Un buen motivo para solucionar de forma diplomática cualquier conflicto. Además, me encanta cuando dice que todos nos podríamos llevar bien sólo queriendo y no le falta razón. El mundo está lleno de desagradecidos y explotadores, después de todo este tiempo me da la sensación de que los peores tiranos son los que algunas vez estuvieron subyugados.

Es una mañana preciosa. Nunca había probado el mate, el otro camarero es argentino y me había dicho que algún día me haría uno para que lo probase. Hay cuatro clientes tomando café, es muy temprano, en media hora el bar se habrá llenado.

Mira quien aparece por ahí, el de los helados. Seguro que nada más entrar me dice algo, de hoy no pasa, le voy a decir que le gustan mucho los juegos y que se deje de tonterías.

-Hola María. Hoy no voy a mentirte. Ponme un café solo, sin azúcar. Que las amarguras se pasaron nada más verte.

-Déjate de historia que eres muy zalamero. Esas cosas no las dice un padre de familia.

-Ser padre no significa tener el corazón de hielo. Uno de mis grandes defectos es que soy sensible a la belleza.

-Bueno, ¿me has traído el pedido?

-Sí. Te quería comentar una cosa. ¿Tú no habías estudiado algo de números? Es que en la empresa están buscando a alguien que conozca el sector y tenga estudios. Hay un puesto libre, acaban de despedir a un tío que no paraba de inventarse historias para no ir a currar. Si te interesa sólo tienes que decírmelo y les hablo de ti a los jefes.

-Eh… ¡Sí! ¿Te tengo que dar un currículo? ¿Cuándo podría hacer la entrevista?

-Lo último es agobiarse, con mis contactos y siendo como tú eres seguro que consigues el puesto.

Cuando mi futuro era incierto, metí mis problemas junto a los botes del helado, ahí los enfrié. Los dejé bien guardados, sólo los sacaba de vez en cuando. Incluso a veces me acordaba de que era capaz de sentir cuando me comía la cucharadita diaria de caramelo. Supongo que no perdí el tiempo, sólo fue el necesario para querer vivir como siempre lo quise hacer. Hoy estoy segura de algo, cuando uno congela su corazón, algún día llega el momento del deshielo. Antes, después, años más tardes, siempre llega el momento, el mío llegó, pero nunca sabré qué lo provocó ni por qué sucedió así.

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