martes, 1 de abril de 2008

La Moleskina de Aurora

Tú eres el protagonista de la historia. Responde a esta pregunta: ¿cómo te llamas? Espera, todavía no. Guárdate tu nombre parar más adelante. Piensa en una Aurora: ¿no conoces a ninguna? No pasa nada… Mi Aurora tiene el pelo castaño y los ojos azules. Mide un metro setenta; viste con una camiseta verde, falda larga marrón de vuelo y unas bailarinas naranjas. Vale: ahora puedes responderme con tu nombre. ¿Rima con Aurora? Da igual… A Aurora no le importa. Es lo que le dice a todos cuando les pide que escriban algo en una Moleskina que lleva siempre consigo. Después de garabatear tu nombre, mentalmente, también pasarás a formar parte de su diario íntimo. Lleva viajando más de una vida, 35 años de heridas en el corazón que perduraran a lo largo de miles. Tiene muy mala memoria y siempre ha creído que la realidad tiene distintas visiones. Por eso le pide a la gente que le escriba algo, sabe que en el mismo instante habrá alguien que le muestre la vida desde otro punto de vista. ¿Has pensado qué le pondrías ahora mismo en su libreta? No respondas, escríbelo abajo, cuando te diga dónde está ahora mismo.

Acaba de salir a la cubierta de un barco que la llevará al sur de Inglaterra. ¿Y tú que haces ahí? Es fácil, estás de vacaciones… Pero desde donde vienes es cosa tuya… La costa se ve como un punto lejano al que llegaréis en dos horas. También estás en la cubierta del barco y Aurora se te acerca para preguntarte: “¿Podría escribirme algo en mi libreta? No nos conocemos de nada, me presentaré, me llamo Aurora. Esta libreta es como un diario. A veces también le pido a alguien que me escriba algo para que su visión forme de parte de lo que yo creo ver. Eso sí, no sólo le voy a pedir que me de algo suyo, a cambio le ofrezco que lea cuanto quiera. Sólo tienen derecho aquellos que escriben en mi Moleskina. Es una libreta que usaban los grandes, como Picasso o Heminway, para plasmar sus ideas. Bueno, tras escribir, yo le escribiré una pequeña poesía que rimará con mi nombre: Aurora, para conectar su momento con el mío.

-¿Ya ha pensado qué va a ponerme? No quiero agobiar… Nadie sabe nunca qué ponerme. Bueno, hay de todo. Pero por lo general la gente no se le ocurre nada por dos motivos: o no tienen muy desarrollada su faceta creativa o porque quieren escribir algo tan maravilloso que se presiona y es incapaz de hilar dos frases seguidas.

¿Has pensado qué pondrías tú? Da igual, ella te está mirando como lo hace cuando quiere sacar lo mejor de alguien.

-En alguna parte nos conocimos. Antes de llegar a vernos aquí usted y yo nos cruzamos. Noto que hemos presenciado el mismo instante sin saberlo. ¿Sabe qué haré con mi diario cuando termine de escribirlo? Guardarlo para siempre. Es extraño, las imágenes que conservo de mis viajes por América y África, hace algunos años, cuando trabajaba para una ONG, se han ido borrando sin darme cuenta. En cambio, cuando leo las cosas que los demás me escribieron en mi diario, soy capaz de recordar con todo lujo de detalles quiénes eran y dónde estábamos. Incluso la conversación que tuvimos. Es una memoria compartida con los demás. Para alguien que no recuerda mucho de su vida pasada es mucho decir. En mi treintena, carezco de grandes recuerdos de mi juventud. Me crié en un orfanato del que salí con 18 años. De ahí para adelante mi vida ha sido tan intensa que difícilmente alcanzo a recordar una milésima parte. Mis trabajos basura, mis novios, los amigos que llegaron, los que se fueron… Uno va olvidando cómo llegó a ser lo que es, para quedarse con una síntesis.

¡Aurora! Me dije en aquel instante. ¡No le preguntes a qué se dedica! Ni por qué viaja hacia Inglaterra también. Prefiero que la gente me cuente las cosas porque quiere. Es algo que me incomoda. No soporto que comiencen a interrogarme sin cesar. Además, simplemente, con quedarme callada me contará. Es un truco que nunca falla. Sólo hay que usar el lenguaje corporal para dar pie a que me suelte algo.

-Qué bien que nos hayamos encontrado aquí. Yo voy hacia Inglaterra a trabajar en una ONG que ayuda a los indigentes. –Me quedé un momento mirando tu cara, mirando, de vez en cuando, tus ojos.

-…

Llegando a Inglaterra volví a mi asiento. He apreciado, después de mucho tiempo, que siempre me devuelven la libreta cerrada. Para que lea lo que me escribieron después. La abrí y…

No hay comentarios: